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lunes, 6 de octubre de 2008
¿COMO SE VEN LOS NIÑOS QUE TRABAJAN?





En el mundo hay 218 niños que trabajan, según la OIT. En Perú, dos millones. Dos psicólogas de este país, Giselle Silva y Claudia Fuentes, se preguntaron "qué piensan y sienten los niños trabajadores sobre el trabajo infantil" y plantearon a 384 muchachos el reto de pintarse a sí mismos y que respondieran a cuestiones básicas como "¿por qué trabajas?" o "si fueras papá o mamá, ¿dejarías que tu hijo trabajase?".


El resultado fue el estudio 'La Voz de los Niños sobre trabajo infantil', presentado el pasado 25 de septiembre en Lima, dentro del Encuentro Internacional Proniño, de la Fundación Telefónica.
Los resultados revelaron imágenes como la de la derecha: un niño de Arequipa que trabaja en una ladrillera y que se ve amenazado por un adulto, "que puede ser su padre", apunta Giselle. "El trabajo es feo porque me pesa", dice otro niño en su dibujo.
Muchos de ellos se pintan llorosos, con lágrimas en los ojos. Otros, con gotas de sudor. La mayoría, andrajosos, con sus ropas rotas y llenas de parches. Hay un niño que colorea todo el dibujo menos a él: "Indica cómo maneja su afectividad", apunta la psicóloga.

Giselle Silva, una de las psicólogas autoras del estudio sobre el trabajo infantil a través de los dibujos de los niños.
Si los dibujos ya, de por sí, son incómodos para la conciencia, algunas de las frases que ponen en boca de los personajes dibujados (encerrados en bocadillos) encogen el corazón:
"Papi, me ha pedido la profesora un sol [moneda peruana equivalente a la cuarta parte de un euro] para mi tarea", dice una niña en su dibujo. "Ah, no tengo plata y vienes a pedir, so pedazo de inútil", responde el padre, representado con una botella en una mano y un palo en alto en la otra.
"Para que los niños tuvieran este nivel de expresión, tuvo que haber una preparación, una conversación previa diciéndoles que a los niños no se les daba la oportunidad de expresarse, que no se les escuchaba y que ahora tenían la oportunidad de hacerlo, que tenían mucho que decir para que los adultos no sensibilicemos y tomemos decisiones que les favorezcan", explica la psicóloga.
No forzaron a nadie. Participó el que quiso y sólo dos no quisieron entrar en 'el juego'. Al resto le encantó la experiencia, asegura.

Otra niña que trabaja en una ladrillera y dice: "Yo no quiero trabajar".
El contraste campo-ciudad
La segunda parte del estudio se desarrolló a través de preguntas sencillas. Una de las conclusiones principales resultó ser que, "mientras en la zona urbana un niño que trabaja no es feliz, en el campo un niño que trabaja es feliz".
El niño de las zonas urbanas marginales siente que no debería trabajar, aunque cree que tiene que hacerlo. "Dice: 'Trabajar es malo, yo no permitiría que mi hijo lo hiciera'", añade Giselle. "El del campo, en cambio, lo ve como algo bueno, se siente acorde a ese valor social y se siente feliz. Te dice: 'Los que no trabajan son ociosos y haraganes'".

Otra constatación es que los niños 'urbanos' "están más expuestos a peligros. Temen un abuso, un asalto, un robo o una violación cuando salen a la calle". En la ciudad también sufren discriminación, ya sea de otros niños que no trabajan o de los clientes. "Hay un dibujo de una niña que no quería ir a vender con su mamá a cierta zona porque le decían: 'Mugrosa, anda vete'".
Y no sólo trabajan, sino que piensan que, por el hecho de ser niños, tienen que cobrar menos. La mayoría dice que gana entre uno y cinco soles, y lo recibe como si fuera una propina. Pero un adulto, por el mismo tipo de trabajo, puede cobrar entre 25 y 40 soles el jornal, afirma Giselle. "Lo dramático es que piensan 'como soy pequeño, merezco un sueldo pequeño'".
¿Y cuándo puede cambiar la situación? "Cuando los padres se sensibilizan y dejan de enviar al niño a trabajar", responde la psicóloga.
Al menos, en los colegios apoyados por la Fundación Telefónica como parte de su programa de escolarización, hay talleres para padres, en los que se les hace partícipe de lo importante que es que sus hijos dejen de trabajar y se dediquen a ir a la escuela y a jugar.
"Cuando hablas con los padres, no rechazan lo que dices; al contrario, se sienten aliviados porque empatizas con su situación", explica Nelly Villegas, directora del colegio Alto Perú, del municipio de Huachipa.
"Están permanentemente pendientes de ellos, prácticamente reeducándolos y llamándoles la atención sobre lo bueno que es que el niño vaya al colegio", añade Giselle.
posted by 64Razones @ 0:21  
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